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LA ARQUITECTURA AL SERVICIO DEL CAMPO

En la in­dustria del aceite de olivares clave que el lugar de procesa­ mien to -la alma­zara- esté cerca del huerto, para que el fruto se exponga menos tiempo al sol y a golpes, y así asegurar la calidad del producto. Algo parecido ocurre con la producción de vino e, incluso, con los packings de frutas. Por ello, atrás quedó la época en que en la planificación de un proyecto agrícola se miraba solo el campo. Hoy en día, si bien es común que al plantear un proyecto agrícola se consi­deren las expectativas de creci­miento en producción, ventas, utilidades y exportaciones, se vuelve igualmente importante planificar la infraestructura que acompañará al trabajo agrícola e, incluso, lo aun menos analizado, contemplar las futuras expansiones estructurales.

Un packing, una planta agroindustrial, o una bodega de aceite de oliva o de vinos mal planificada, puede signi­ficar pérdidas de calidad y de tiempo, y aumentos de costos importantes por uso energético, tiempos de desplazamiento o implementos de manejo, por ejemplo. Pese a la importancia de tener un buen diseño, no es raro que los dueños de los proyectos consideren la opción de una estrategia de arquitectura cuando lo hacen -solo por lo estético y no por lo funcional. Es decir, cuando planifican su infraestructura no acompañan de una estrategia que considere elementos como el potencial de crecimiento a mediano y largo plazo, los procesos que se desarrollan en el lugar, el manejo de los residuos, y los flujos de vehículos y trabajadores, entre otros.

Controlar esos factores permitiría no solo ahorrar tiempo y costos, si no que también coor­dinar los procesos simultáneos que ocurren en el campo, como puede ser la cosecha de fruta, el despacho de productos y la llegada de clientes o turistas. PLAN MAESTRO

El arquitecto argentino Mario Yanzón lleva más de 25 años trabajando en el diseño de proyectos agroindustriales, principalmente en bodegas de vino en la zona de Mendoza, siendo un nombre reconocido en el sector, con su estudio Bórmida & Yanzón.
Se ha especializado en el diseño de predios completos y explica que la atención se concentra much o más allá que solo en los edificios. «Siempre trabajamos sobre un máster plan, ya sean dos hectáreas o dos mil, porque lo que hago es la organización del espacio rural, ver dónde va a estar la plantación, qué se va a cultivar y cómo, por dónde va a entrar el agua, si va a ser natural o de pozo, cómo funcionan los siste­ mas de viento y la orientación de Jos cultivos, que son temas muy importantes», detalla.
En ese sentido, hace hincapié en que el aporte de la arquitectura en el campo no está solo en lo estético, si no que en mejorar la organización funcional. «La parte de seguridad es muy importante ver donde guarda los agroquímicos, dónde hacer el lavado de la máquinas, dónde se hará la descarga de combustible y por dónde se moverá la gente», agrega precisando que todo debe hacerse en función de las comodidades de los trabajadores, la administración y el almacenamiento.
El objetivo filial es facilitar la labor agrícola. «El funcionamiento de todo el campo se hace mucho más fácil, porque todo está orquestado desde esa central, este cerebro que manda todas las órdenes a toda la finca», dice Yanzón, y especifica que la orquesta se dirige desde los puntos de vista funcional, de producción, estético y paisajístico.

DESARROLLO INTEGRAL

El arquitecto chileno Juan Enrique González Gain comenta que lo más común que observa en la agroindustria local es que no se piensa en un desarrollo integral desde el surgimiento de una empresa. «Hacen un galpón, les va bien, crecen y se dan cuenta de que las bodegas se volvieron poco funcionales. El proceso productivo pierde eficiencia, pero no lo cambian porque ya hay una infraestructura muy difícil de modificar, hasta que llega el momento en que esta colapsa y tiene que partir de cero», explica.
La idea no es partir construyendo todo de una vez. Pero, sí hacer una previsión de las estructuras necesarias desde el principio. «Eso no significa construir una planta completa inmediatamente, si no que saber cuáles serán las etapas de crecimiento lógico», recalca González Gain.
No habla desde la teoría, si no que tiene experiencia en el rubro. Ha trabajado en reestructuraciones de empresas agrícolas —principalmente viñas y productoras de aceite de oliva- y en proyectos nuevos, donde su rol es combinar los requerimientos de los ingenieros, expertos en la producción -como enólogos-, asesores en el manejo del riego, residuos, energía y sustentabilidad.
«El arquitecto coordina todo e incorpora una imagen corporativa y tecnología pensada hacia el futuro, para que cuando se pase a otra etapa de producción y la empresa tenga que cambiar las máquinas, por ejemplo, solo necesite hacer ajustes menores y no construir una bodega nueva», dice.
Un buen diseño puede significar el uso inesperado de una instalación, como un packing, que queda en desuso una parte del año, por el tipo de labor agrícola. «incluso puede concebirse como un edificio temporal», indica González.
Pero, aún más importante es que un buen diseño puede significar ahorros concretos, que a la larga suman competitividad.
«Si haces un layout eficiente puedes ahorrar en tiempos de empaque. Por ejemplo, cuando arrojan las frutas rechazadas a unos tambores, viene un tipo cada cierto tiempo a pedir que paren la funciones para sacarlos. Eso tiene solución», explica.

SUSTENTABILIDAD Y AHORRO

La palabra sustentabilidad es la moda y no puede faltar en un proyecto, recalca Mario Yanzón. Y no se trata solo de aplicarla en la forma de producir. Cree que al diseñar la estructura de un campo en forma racional y con sentido común » estamos muy cerca de ser sustentable en todo sentido»
La panificación arquitectónica significa la posibilidad de disminuir costos, por permitir un diseño que aproveche mejor la luz y disminuya incluso la necesidad de utilizar climatización, debido al tipo de construcción y a la posición que se utilice respecto del sol, por ejemplo. además puede ayudar a no perder lo que González denomina la «sustentabilidad histórico social», que consiste en que para las nuevas instalaciones se evalúe que impacto tendrá en el entorno.
«Tiene que ver con cómo la gente identifica un lugar, ver cuál es la repercusión que tiene un edificio nuevo si hay una población cerca y como va a operar el tema de los camiones, para que no se produzcan fila de espera o asuntos que pueden repercutir negativamente en la vida de las personas»·, explica.
No se trata de no intervenir, si no hacerlo de manera armónica. «Cuidar ese patrimonio histórico y social no significa no hacer nada, porque si haces eso lo único que vas a tener es un museo. Nosotros vivimos, funcionamos, y una nueva industria en un campo tiene una razón de ser», plantea el arquitecto.

PROYECTOS EN CHILE

Cuando Gonzáles comenzó a ver como remodelar la viña Chateu Los Boldos, en la VI Región, se encontró con instalaciones «bonitas», pero donde las mangueras y grúas cruzaban constantemente el patio principal, u los camiones tenían que estacionarse al lado de una fuente, lo que no permitía aprovecha el h+jardín central. a ellos¡ se sumaban problemas como la altura de los edificios, que hacía que, por ejemplo, no entraran las grúas paleta.
«Le dimos una escala industrial y creamos un jardín despejado, para lo cual tuvimos que. mover algunas naves y dar vuelta las líneas de producción, que tenían procesos totalmente cruzados», detalla González.
El diseño contempló el uso de materiales que permitieran ingresar la luz y deja fuera el calor, para lo que utilizaron ónix blanco en las ventanas de la bodega de la viña. «Ese material permite el paso de la luz, pero deja de lado la radiación ultravioleta y el calor que puede generar, por lo que controla muy bien la temperatura y permite que pueda funcionar con la luz natural», explica.
Un diseño aún más sustentable es el que está desarrollando en una bodega de aceite de oliva de la Región del Maule, donde no está contemplado instalar ni siquiera un enchufe.
«Las lámparas se cargarán con energía solar y todo el techo son células fotovoltáicas que permiten generar 50 kilowatts en un día despejado, lo que alcanza para abastecer todas las necesidades del campo, que tiene unas 300 hectáreas», cuanta Gonzáles Gain.
Aun más, no se considera el uso de quipos de climatización: «La bodega tiene muros gruesos, con mucho aislante, y ventilación cruzada, con ventanas por el norte para que entre aire. y ventanas altas en el sur, para que circule». Eso significa, además, disminuir el costo de energía.
La bodega aceitera -que exporta toda su producción- es parte de un proyecto orgánico integral. Por eso, la nave principal no solo es para el aceite de oliva, si no que también de vino; hay un molino para tener harina – que fabrica con el trigo propio- y un rincón para procesar miel, aceite de lavanda y de rosa mosqueta.
Si bien esas soluciones generan un ahorro en el mediano y largo plazo, en una primera etapa los costos pueden ser mayores, tonto por la elección de materials como por las tecnologías que se requieren. Sin embargo, el argentino Mario Yanzón asegura, convencido, que en los proyecto agroindustriales » es preferible invertir bien a equivocarse».